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Revista de prensa

La reseña de la prensa francesa del 23 de julio de 2014

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La política de Rusia en Ucrania, la aparición de un nuevo tipo de antisemitismo en Francia y la persecución de los cristianos de Irak son noticias que destaca la prensa francesa de hoy.

“Derribo del vuelo de Malaysia Airlines en Ucrania: la timidez de los europeos ante Putin”, es el inquieto titular de portada de Le Monde en la que constata que con la entrega de los cadáveres y de las cajas negras, los prorrusos ganan tiempo frente a los 28 reunidos en Bruselas. Vladimir Putin tenía ocasión de mostrar que Rusia es una potencia responsable, considera Le Monde en su editorial. El presidente ruso hubiera podido dar lecciones de buen comportamiento y cambiar la imagen de su país en una parte de la opinión mundial. Pero no ha aprovechado la ocasión. Aunque no se conozca con certeza de donde provenía el misil que derribó al avión de la Malaysia Airlines, Moscú tenía una carta que jugar. Rusia podía usar su influencia sobre los separatistas prorrusos del este de Ucrania para facilitar la investigación. Han hecho falta amenazas de nuevas sanciones norteamericanas, un voto unánime del Consejo de Seguridad de la ONU y una tímida movilización de los europeos, apunta Le Monde, para que Putin haga un gesto. Porque no es por casualidad que las milicias separatistas de Donestsk hayan acabado por aceptar entregar las cajas negras a las autoridades malasias y no a Rusia, como habían dejado entrever. Ni tampoco el que las milicias hayan dejado salir el tren con los cadáveres del accidente. En realidad, concluye Le Monde, Putin es prisionero de sus mentiras. Mantiene la ficción de una no-ingerencia de Moscú en la rebelión separatista. Pero no engaña a nadie. Si los separatistas están muy bien armados es porque Rusia les ha suministrado las armas. El presidente es también prisionero de su opinión pública que, galvanizada por los medios al servicio del Estado, vive una campaña de desinformación continua. Vladimir Putin se encierra en una situación que acabará haciendo de él un paria en la escena internacional. Y todo el mundo saldrá perdiendo. Empezando por los rusos.

Todo el mundo saldrá también perdiendo si continúan las tensiones religiosas en Francia. Basta con ver el titular de portada de Libération: “Los nuevos antisemitas”, portada en la que considera que la violencia antijudía que se ha manifestado el pasado fin de semana en París y Sarcelles pone de manifiesto la inquietante progresión de una ideología basada en el odio. Para Laurent Joffrin, quien firma el editorial de Libération, una izquierda conformista ha evitado verlo desde hace tiempo: existe ciertamente desde hace unos años entre los jóvenes de los suburbios, un antisemitismo de un nuevo género, que adopta tristemente las ideas difundidas por la extrema derecha tradicional. Los acontecimientos de Gaza sirven de este modo como revelador de una degradación que empezó ya hace tiempo. Eso demuestra que se puede ser excluido e intolerante, víctima y verdugo, víctima del racismo y racista uno mismo. La consternación que ha envuelto la población de Sarcelles, ciudad multicultural y tolerante, después de los ataques antijudíos del fin de semana, ilustra el caso. La culpa no la tienen sólo unos gurús excéntricos. También la tiene nuestra sociedad fracturada en la que las élites económicas viven en otro mundo y en la que políticos irresponsables agitan como una antorcha su obsesión identitaria.

La prensa conservadora ha preferido dedicar su portada a la persecución de cristianos en Irak: “El calvario de los cristianos de Irak” es el titular de portada del conservador Le Figaro en la que explica que, amenazados de muerte por los yihadistas, los últimos cristianos de Mosul han debido refugiarse en la vecina provincia kurda. Para Etienne de Montety, quien firma el editorial de este diario conservador, el Estado islamista ha declarado la guerra a los cristianos de Mosul. Obligados a abandonar el “califato” o a pagar el impuesto de los “infieles” designados para suscitar el odio popular con una “N” de “Nazareno” inscrita en sus casas, los discípulos de Jesucristo, transformados en ciudadanos de segunda, no tendrán pronto otra elección que “convertirse” o morir. Los cristianos de Irak eran un millón antes de la intervención norteamericana. Hoy sólo quedan cuatrocientos mil. Después de cada ola de vejaciones y violencia toman el camino del éxodo. Con la instauración del “califato”, la amenaza se muestra clara y diáfana, concluye Le Figaro: el enemigo es el cristianismo.
 

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