La reseña de la prensa francesa del 21 de julio de 2014

El conflicto israelo-palestino y sus consecuencias en suelo francés, y la actitud de las autoridades rusas después del derribo del Boeing malayo, son noticias que destaca la prensa francesa de hoy.

“Gaza, allí la guerra, aquí un polvorín”, es el inquieto titular de portada de Libération en la que constata que en París y en Sarcelles, localidad en la periferia, se han producido dos manifestaciones violentas, lo que muestra la sensibilidad extrema de la sociedad francesa ante un conflicto cada día más sangriento.

Para Laurent Joffrin, autor del editorial de Libération, nada ni nadie puede justificar la escandalosa violencia después de la manifestación de Sarcelles. Ni tampoco tolerar las vergonzosas manifestaciones de odio antisemita observadas al margen de ciertos desfiles. Se invocan a veces mensajes difundidos por Internet, o provocaciones verbales procedentes de extremistas del bando contrario.

Pero nadie está obligado a responder. Es ciertamente el odio a los judíos lo que anima a los autores de estos actos de violencia, que quieren cambiar una protesta política en guerra comunitaria. Deben ser denunciados sin ambages, considera Libération, y reprimidos con dureza.

Los franceses judíos, como todo ciudadano, tienen derecho a su libertad de culto y de pensamiento – y a su tranquilidad- sea cual sea la evolución del conflicto en Oriente próximo. Y es la República la que debe garantizar este derecho elemental.
¿Hay que deducir que el conflicto israelo-palestino se ha instalado en Francia?, concluye Libération. Visto que a lo sumo fueron unas veinte mil personas las que han participado en las manifestaciones, los militantes palestinos deberían más bien inquietarse por la apatía, o prudencia, de los seis millones de franceses musulmanes del hexágono.

La prensa de izquierdas acusa al gobierno israelí de crímenes masivos. “En Gaza un crimen de masa firmado Benjamín Netanyahou”, es el titular de portada de L’Humanité, en la que muestra la terrible imagen del cadáver de un niño, de apenas diez años, llevado en una camilla por miembros de seguridad civil.

Masacre de niños, escribe Jean Paul Piérot en el editorial de este diario comunista, quienes solo habrán conocido en su breve existencia la prisión a cielo abierto y superpoblada en la han nacido, al alcance de los tanques del ejercito israelí.

Para L’Humanité, la mistificación de una operación militar con el único fin de replicar a los tiros de misiles del Hamas no ha resistido mucho tiempo a las imágenes insostenibles que muestran la extraordinaria desproporción de fuerzas. La conciencia humana está indignada, pero el mundo se muestra indiferente. Ese pueblo es víctima de una ocupación militar y colonial. Toda forma de resistencia es tachada de entrada por el ocupante de terrorismo. Algo que justifica todo, desde la violación de las resoluciones de la ONU desde mil novecientos sesenta y siete hasta las masacres de niños en Gaza.

Vladimir Putin y el derribo del  avión de Malaysia Airlines

“La falacia de la política del Kremlin”, es el título del editorial de Le Monde, en el que considera que si será difícil saber con certeza quién derribo el avión de la Malaysia Airlines, lo único que cabe esperar de momento es que esta tragedia –cerca de trescientos muertos- obligue a los separatistas prorrusos y a las autoridades de Kiev a la negociación.

Algo que no es imposible, apunta Le Monde, citando las palabras del Barack Obama en las que decía que “este acontecimiento escandaloso muestra que ha llegado el momento de restablecer la paz y la seguridad en Ucrania”

Sobre todo porque las cajas negras del aparato no deberían aportar informaciones concluyentes ya que lo separatistas de la región de Donetsk, dicen haberlas transferido, no a las autoridades malayas, sino a Moscú, donde después del inicio de la crisis ucraniana, el Kremlin dirige una campaña de desinformación digna de los peores momentos del estalinismo.

Vladimir Putin persigue varios objetivos, concluye Le Monde: obtener la garantía de que Kiev no sea nunca miembro de la OTAN, dificultar el giro de Ucrania hacia la Unión Europea, e imponer al país una estructura federal que contemple una especie de derecho de pernada de Rusia sobre los asuntos internos de su vecino.