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Revista de prensa

La reseña de la prensa francesa del 23 de abril de 2014

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La guerra civil en Siria y las negociaciones del primer ministro Manuel Valls con los diputados de su partido son noticias que destaca la prensa francesa de hoy.

“La tragedia siria continúa sin tregua” es el título del editorial de portada de Le Monde en el que considera que a pesar de que cuatro hombres, los cuatro rehenes franceses, han podido escapar de la pesadilla siria, el alivio de su liberación no puede hacernos olvidar el por qué los cuatro periodistas estaban en Siria: explicar, a pesar de la doble amenaza del régimen de Bashar Al-Asad y de los yihadistas, uno de los conflictos más sangrientos del siglo XXI. Si es legítimo hoy hablar de guerra civil, añade el editorialista, no hay que olvidar que lo que se inició en Siria hace tres años fue una revolución pacífica, inmediata y salvajemente reprimida por un régimen decidido a aplastar su población con balas y bombas antes que ceder un ápice de su poder. Le Monde hace un somero balance: ciento cincuenta mil personas han perecido y cerca de tres millones de sirios, de una población de veintidós millones, han huido al extranjero, sin que la comunidad internacional haya podido hacer nada por acabar con este drama de dimensiones regionales pero también mundiales. La timidez de los occidentales ha contribuido a esta deriva que podrían afectar a Europa como un bumerang cuando suene la hora de la vuelta de los miles de jóvenes extremistas que han ido a Siria a combatir. Nada, concluye Le Monde, debe ocultar esta siniestra realidad, de la que Bashar Al Asad es el primer culpable.

El primer ministro Manuel Valls, si no es el primer culpable, si es el primer responsable de la política de rigor del gobierno francés, y los diputados de su propio partido muestran su desacuerdo con esa política. Libération dedica su portada a este tema constatando que el Manuel Valls hará pocas concesiones a los diputados socialistas que quieren emendar su plan de economías. Decisiones que no calmarán la revuelta de algunos de ellos. Para Eric Decouty, autor del editorial, por muy frágil, heteróclita y muy enfadada que esté, la mayoría socialista no va a dejar a Valls en minoría. En todo caso no el próximo lunes, durante el voto previsto en la Asamblea Nacional sobre los cincuenta mil millones que tienen que economizarse. Incluso los diputados del ala izquierda del PS saben perfectamente que tal actitud tendría en su propio campo consecuencias electorales devastadoras; lo que no ha impedido que en este juego de fuerzas instaurado por algunos diputados desde hace un par de semanas, el primer ministro ha encontrado con los revoltosos de Semana Santa la oportunidad de restablecer un vínculo parlamentario relajado. Pero si la operación del fin de semana, concluye Libération, con pequeñas enmiendas a su programa de rigor, calmará sin duda al grupo socialista, es probable que esta bonanza no dure.

Libération dedica dos columnas a la campaña en Nicaragua contra el aborto que llevan a cabo la iglesia y los sandinistas en el poder. El corresponsal de Libération en Nicaragua nos cuenta que las calles de la capital están llenas de carteles en los que se puede leer: “Nicaragua socialista, solidaria y católica”. Si los nicaragüenses dudan sobre lo bien fundado de los calificativos “socialista” o “solidaria”, ironiza el corresponsal, no tienen dudas sobre “católica”. Aquí, la ultraconservadora iglesia católica, liderada por el cardenal Obando Bravo, trabaja mano a mano con los sandinistas en el poder. La Conferencia Episcopal impone sus tesis tranquilamente, y sobre todo desde 2008 la prohibición del aborto. Mientras tanto los movimientos feministas sacan humo por la nariz. Sin tener cifras concretas, las militantes feministas hablan de cientos de mujeres condenadas a llevar a termino embarazos causados por violaciones, o con fetos con malformaciones irremediables o que pueden causar la muerte de la madre en el parto. Si los nicaragüenses ven como un misterio en el celo antiabortista del presidente Daniel Ortega, los especialistas ven en éste fines electoralistas para ganarse el voto de los católicos, siendo más papista que el papa.
 

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