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Revista de prensa

La reseña de la prensa francesa del 22 de abril de 2014

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Las reacciones a la liberación de los cuatro rehenes franceses retenidos en Siria, la lucha contra el yihadismo en Francia y la muerte del Gabriel García Márquez son noticias que destaca la prensa francesa de hoy.

“Los entresijos de una liberación” es el titular de portada de Libération en la que considera que el regreso de los cuatro rehenes plantea de nuevo la cuestión del “negocio del secuestro” en las zonas de guerra. Para Alexandra Schwartzbrod, autora del editorial de Libération, las liberaciones de rehenes esconden una parte de misterio y es sin duda el único momento en el ejercicio de nuestro oficio de periodista que debemos respetarlo. En primer lugar, añade, porque es muy difícil para los ex prisioneros, a veces imposible, compartir los momentos de desamparo, de terror o soledad vividos durante largos meses de cautiverio. Después, porque otros numerosos rehenes, de múltiples nacionalidades, periodistas, trabajadores humanitarios o simples ciudadanos, siguen retenidos en Siria o en otros lugares y que nada debe ser dicho que pueda comprometer su liberación. A pesar de todo, considera Libération, todos tenemos ganas de conocer las circunstancias del secuestro de esos cuatro hombres, que viajaron con la única finalidad de informar sobre un país que intentaba aislarse, conocer sus condiciones de detención, los motivos de su liberación, el sabor de sus primeras horas de libertad. Después de todo y gracias al comité de apoyo organizado tras su captura, estos hombres se habían convertido en extrañamente familiares. Dider François, reportero de la radio privada Europe 1, declaraba a su llegada la suerte de tener a un Estado, su redacción y los suyos. Muchos otros rehenes, concluye Libération, no tienen esa suerte. Nuestra tarea es hacer que no caigan en el olvido.

Corren rumores de que algunos de los yihadistas que los secuestraron eran franceses, o al menos que hablaban francés. Precisamente el conservador Le Figaro dedica su portada al plan francés contra las redes yihadistas, desvelando sus líneas generales que el gobierno presentará mañana en el Consejo de Ministros, para intentar impedir que jóvenes franceses vayan a combatir a Siria. Para Philippe Gélie, quien firma el editorial de Le Figaro, las declaraciones de los rehenes según las cuales algunos de sus raptores hablaban francés, recuerda al gobierno que estos últimos años, el reclutamiento de jóvenes musulmanes franceses, radicalizados en las mezquitas o en las redes sociales, ha adquirido dimensiones inquietantes: el Ministerio del Interior estima su número en varios centenares. Bastante para constituir, potencialmente, un verdadero ejército terrorista el día que, cansados de batallar en nombre de Alá en Oriente Medio, vuelvan a casa con su pasaporte francés en el bolsillo. El Consejo de Ministros va a examinar un plan de acción que quiere sobre todo prevenir, desde que un joven comienza a explorar las redes islamistas en internet. Identificar los candidatos potenciales al yihadismo, seguirles la pista, vigilar las redes y sus miembros y proponer una ayuda a las familias que a menudo se ven desamparadas. Pero no hay que ser ingenuo, concluye Le Figaro, los más motivados, los más radicales, llegarán a su fin. Por lo que hay que prever una estructura de acogida a su vuelta para no dejar sueltos a esos “elementos peligrosos”.

Cambiando de tema, un colombiano es portada en la prensa francesa. El comunista L’Humanité rinde homenaje en su portada a Gabriel García Márquez con el titular: “Gabriel García Márquez, ciudadano popular y gigante de la literatura”. En la misma portada, L’Humanité cuenta las peripecias de la publicación de Cien años de soledad. Cuando se presentaron Gabo y su mujer Mercedes en la oficina de correos en 1966 con las casi seiscientas páginas de la novela, el empleado les dijo: “son ochenta y dos pesos”. Mercedes contó lo que tenían y respondió “sólo tenemos cincuenta y tres”. Ambos se vieron obligados a abrir el paquete y enviarlo en dos partes a Francisco Porrúa, director literario de la Editorial Sudamericana de Buenos Aires. Sin embargo, de vuelta a casa, se dieron cuenta que habían enviado la segunda parte, el final de la novela. Pero Francisco Porrúa, que tenía olfato, comprendió rápidamente que tenía en las manos más que un libro. Se trataba de un monumento, una obra maestra de la literatura del siglo XX. Sin tardar envió dinero para que le hicieran llegar la primera parte del libro.
 

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