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REVISTA DE PRENSA

La reseña de la prensa francesa del 21 de abril de 2014

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La liberación de cuatro rehenes franceses, cautivos desde hace diez meses en Siria, y los escándalos que debilitan al presidente François Hollande, son temas que destaca la prensa francesa de hoy.

“Rehenes en Siria: reencuentro después de diez meses de infierno”, es el dramático titular del conservador Le Figaro en el que explica que secuestrados en junio del año pasado en el norte de Siria por yijdistas del Estado islámico en Irak y Levante, los cuatro reporteros franceses eran acogidos ayer por la mañana por sus familias, el presidente François Hollande y su ministro de exteriores Laurence Fabius.

Que se nos permita por una vez, ruega el periodista Philippe Gélie en el editorial de este diario conservador, hablar de nosotros y expresar la alegría que nos procura la vuelta de Siria de los cuatro periodistas tomados como rehenes desde hace diez meses.

¿Reacción corporativista?, se pregunta. Triste palabra para designar la fraternidad de una profesión de la que se ha denunciado a menudo su cercanía con la clase dirigente, olvidando los riesgos a los que se exponen algunos de sus miembros. Después de todo estamos en Pascuas, momento en el cual los cristianos celebran la gran fraternidad humana que procede del sacrificio de un hombre, resucitado entre los muertos.

Es la honra de un país, considera Le Figaro, el no abandonar a los suyos cuando están en peligro en manos de extremistas o grupos armados. “Tenemos la suerte de ser franceses”, subrayaba ayer Didier François, reportero de la emisora Europe 1 y veterano de la mayoría de conflictos desde hace veinticinco años.

Si hubiera que demostrar que esos cuatro rescatados no son periodistas inconscientes al peligro, Didier François sería el perfecto ejemplo. Es de los que conoce por experiencia el precio y el deber de informar. El honor del periodismo no está en el manejo de la pluma, concluye Le Figaro. Está, como dicen los anglo-sajones, en el “trabajo de piernas”, el hecho de ir donde ocurren las cosas para dar testimonio de cerca.

¿La liberación de los rehenes puede representar un respiro para el presidente François Hollande? Pues hará falta mucho más que eso para que aumente su popularidad entre los franceses.

“Debilitado, François Hollande relaciona su destino con la baja del desempleo”, es el titular de portada de Le Monde, en la que apunta que el presidente intenta protegerse de los desastrosos efectos de la dimisión de Aquilino Morelle, su consejero político.

Los meses de abril son decididamente funestos para François Hollande, considera Le Monde en su editorial. El pasado miércoles, Aquilino Morelle, sospechoso de tráfico de influencias por unos hechos acaecidos en dos mil siete, dimitía de sus funciones de consejero político del presidente de la República. Un año antes, después de meses de mentiras, el que fuera ministro del presupuesto, Jérôme Cahuzac, se veía obligado a reconocer que tenía una cuenta bancaria en Suiza, defraudando a Hacienda.

Los dos casos no son del mismo tipo, apunta Le Monde. El electroshock político suscitado por las supuestas acciones de Aquilino Morelle no es de la misma magnitud que la deflagración del escándalo Cahuzac. Pero vemos que la “República ejemplar”, preconizada por François Hollande, se ve una vez más manchada por un caso que cae en el peor momento.

El presidente acaba de cambiarlo todo, el gobierno, el Elíseo, el partido socialista y el primer ministro acaba de anunciar un plan de ahorros generalizados que convierten en todavía menos aceptables comportamientos de niño mimado, de privilegiado.

Los hechos son edificantes, considera Le Monde. Estos remontan a dos mil siete, cinco años antes de que Morelle se convirtiera en Consejero político del presidente. Se sospecha que recibió doce mil quinientos euros de Lundbeck, un laboratorio danés, mientras que al mismo tiempo trabajaba en la Inspección General de Asuntos Sociales.

Es evidente, apunta Le Monde, que el consejero del Elíseo, cometió una falta ética tan irresponsable como chocante, una falta moral. Pero como en el caso Cahuzac, debemos lamentar que el presidente no se haya asegurado de la probidad de los que le rodean.

Si no se quieren alimentar las crecientes sospechas sobre la honestidad de los responsables políticos, concluye Le Monde, estos deben ser ejemplares. Y el jefe del estado debe garantizarlo.

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