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Revista de prensa

La reseña de la prensa francesa del 10 de abril de 2014

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Los ecos del discurso de política general de Manuel Valls ante la Asamblea Nacional y el nombramiento de los secretarios de Estado del gobierno son los temas que destaca la prensa francesa de hoy.

“Hollande, segunda temporada” es el televisivo titular de portada de Libération en la que apunta que el presidente francés acababa ayer la gran limpieza de primavera después de haber nombrado 14 secretarios de Estado y cambiado el secretario general del Partido Socialista. Cambios en todos los departamentos: ya que hay que remodelar, François Hollande lo hace hasta las últimas consecuencias, escribe Fabrice Rousselot en el editorial de Libération. Después del primer ministro, el jefe del Estado ha decidido cambiar el equipo del Elíseo. Y sobre todo ha hecho limpieza en la cúpula del Partido Socialista. Sale Harlem Désir, quien estaba en la cuerda floja desde hace semanas, lejos de las preocupaciones de los militantes, incapaz de estampar su sello y cuya principal hazaña ha sido llevar la contraria al jefe del Estado. El líder del PS no lo pierde todo, pero su nominación como secretario de Estado para asuntos europeos suena como un premio de consolación que ya levanta ampollas. Viniendo del Elíseo, el mensaje es claro: con estos cambios se abre una nueva era, considera Libération. La de un poder más directo, más eficaz, que ha comprendido la sanción de las urnas y que está dispuesto a dar una respuesta a la desesperanza de los electores, sobre todo a los más necesitados. François Hollande sabe muy bien que un cartel no hace una política, pero al menos, concluye Libération, lanza la señal en esta segunda parte de su mandato de que las cosas no pueden seguir así. Queda lo más difícil.

La prensa francesa sigue felicitándose por el éxito del discurso de Manuel Valls ante el Parlamento. En particular Le Monde, quien publica en portada un proverbial dibujo de Plantu en la que todas las clases sociales francesas, los medios de comunicación patronal y los sindicatos están encantados, enamorados, aplaudiendo un discurso “sin faltas”, con la excepción de un aguafiestas, un funcionario europeo que lleva en la mano la factura del déficit y la deuda de Francia, y que pregunta furioso “¿Se puede saber por qué no estoy en el dibujo?”. Bromas a parte, Le Monde da un aprobado con nota al discurso del nuevo primer ministro, al menos en la forma, subrayando sus palabras sinceras. Primero, en el diagnóstico de la sociedad francesa, Manuel Valls fue severo por no decir sombrío. “Demasiado sufrimiento y pocas esperanzas”, según cita Le Monde. Valls asegura haber escuchado la voz, pero también el silencio de los franceses, después de la debacle de las municipales. En segundo lugar por el método, añade Le Monde. Valls ha lanzado un llamamiento a la “calma”. Mostrándose dispuesto a escuchar a la oposición que había decidido bramar durante todo el discurso. Sobre los temas de sociedad más sensibles, Valls ha mostrado signos tranquilizantes para algunos, de desbandada para otros. El primer ministro pasó por alto estos temas para concentrarse en su prioridad: la competitividad de Francia. Valls hizo como Hollande: explicó una serie de medidas para rebajar el coste del trabajo, pero en nombre del empleo y de la justicia social. De este modo, concluye Le Monde, Valls desactiva los ataques de la izquierda y hace un gesto importante para el poder adquisitivo.

Incluso la prensa conservadora parece felicitarse de la política del nuevo primer ministro. Es tan raro que un gobierno, en particular socialista, anuncie bajas de impuestos que hay que alegrarse, escribe Gaëtan de Capèle en el editorial del conservador Le Figaro. Claro que al actuar así, sólo repara un poco los inmensos daños que él mismo ha causado: crecimiento a la baja, récord de desempleo y déficits galopantes. Por supuesto, se pueden emitir ciertas dudas sobre la eficacia del plan de Manuel Valls, añade el editorialista, quien propone una cura homeopática donde hubiera hecho falta un tratamiento de caballo. Pero en fin, lo hecho, hecho está, y el giro del primer ministro tiene al menos el mérito de poner la barca en el buen sentido.
 

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