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Grandes Reportajes de RFI

La Basílica de Saint-Denis, esa gran desconocida

Primera modificación:

Todas las guías de París le dedican un apartado importante a la Basílica-Catedral de Saint-Denis, situada a media hora en metro del centro de la capital. Sin embargo, cada año sólo la visitan unas 170.000 personas, pocas en comparación con los 13 millones de turistas que hacen de la Catedral de Notre-Dame una visita imprescindible de su viaje a París. En este reportaje nos adentramos en los secretos que esconde este tesoro de la historia y el arte francés.

La profanación del sepulcro de los reyes en la Basílica Saint-Denis.
La profanación del sepulcro de los reyes en la Basílica Saint-Denis. WikimediaCommons
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La Basílica de Saint-Denis es una gran desconocida, a pesar de tratarse de una pieza central de la historia de la arquitectura europea. Y es que con Saint-Denis nació el estilo gótico, que marcaría la construcción de las catedrales europeas posteriores, entre ellas Notre-Dame de París. Se trata además de la necrópolis de los reyes y reinas de Francia, todo un proyecto de propaganda política que inició San Luis (Luis IX).

El nacimiento del gótico

La Basílica de Saint-Denis “marca el nacimiento de una nueva manera de construir los edificios religiosos, el estilo gótico”, indicó a RFI Caroline Bonnet, una guía que lleva siete años descubriendo a los visitantes los entresijos del monumento situado al norte de París.

Todo comenzó, explicó Bonnet, con la inquietud de un hombre, el abad Suger, que vivió en los siglos XI y XII y que, además de líder religioso, ocupó un importante cargo político como consejero de los reyes Luis VI y Luis VII.

La Basílica de Saint-Denis.
La Basílica de Saint-Denis. WikimediaCommons

Suger quiso llevar a la piedra los principios de la Teología de la Luz, con la luminosidad como el medio por el que la divinidad se muestra en lo terrestre. Suger promovió en Saint-Denis el desarrollo de una técnica arquitectónica naciente, basada en el uso de arcos ogivales que permitieron superar los arcos de estilo románico que precisaban de robustos muros para su sujeción.

Así, donde antes había gruesas paredes y pequeñas ventanas, gracias a la nueva técnica, pudieron construirse altas bóvedas ogivales e inmensos ventanales cubiertos por vidrieras por las que entraba la anhelada luminosidad.

Necrópolis real

Pero si la Basílica de Saint-Denis es una joya arquitectónica, también es un monumento histórico, fundamental para comprender la historia de Francia. La primera iglesia en este emplazamiento nació en torno al sepulcro de Saint-Denis o San Dionisio, muerto martirizado en el siglo III.

Dagoberto, devoto del santo, fue el primer rey que quiso ser enterrado en Saint-Denis, en el siglo VII. Sin embargo, hubo que esperar al siglo XIII para que Luis IX, más conocido como San Luis, estableciera que Saint-Denis fuera el lugar donde descansasen eternamente los reyes y reinas de Francia.

San Luis perseguía un objetivo político claro: fortalecer su poder frente a los nobles que se lo cuestionaban. Perteneciente a la dinastía de los Capetos, San Luis quiso poner en escena una continuidad entre las dinastías que, antes que la suya, habían gobernado a los francos. Para ello encargó traer a Saint-Denis los restos de algunos de reyes merovingios y carolingios e hizo construir los monumentos funerarios que aún hoy pueden contemplarse en el crucero de la Basílica.

Además del conjunto encargado por San Luis, otros monumentos funerarios llaman la atención del visitante por su belleza escultural. Especialmente imponentes son los monumentos de Francisco I y su esposa Claudia, así como el de Enrique II y Catalina de Medicis, obra del escultor renacentista Germain Pilon.

La profanación de las tumbas reales

Hasta sus últimas consecuencias, el destino de la necrópolis real estuvo ligado al de la monarquía. En 1789 la Revolución Francesa acabó con el reinado de Luis XVI que moriría en la guillotina en 1793. Muchos símbolos de la monarquía fueron destruidos en aquellos años, como parte de una estrategia política para fortalecer la imagen de la República.

Si bien los monumentos funerarios de Saint-Denis fueron preservados, un decreto de la República ordenó la recuperación de todo el plomo presente en los sepulcros. Como los féretros reales estaban doblados de plomo, los restos mortales de los reyes fueron sacados de sus sepulcros y enterrados en fosas comunes, todo con el objetivo de fundir el plomo para producir munición.

Aunque según nos explicó Caroline Bonnet, el decreto sobre el plomo no fue más que “una estratagema” para indirectamente sacar a los reyes de sus sepulcros monumentales. Y es que en aquel entonces el gobierno revolucionario tenía que hacer frente a una guerra exterior contra las monarquías europeas así como a numerosas revueltas internas.

Según los informes redactados durante las exhumaciones, algunos de los cuerpos estaban tan bien conservados que fueron expuestos a la vista de los paseantes antes de ser depositados en las fosas comunes. El cuerpo de Enrique IV estaría entre los mejor conservados, alguien incluso aprovechó la confusión para robar su cabeza, que tras ser recuperada, fue depositada en Saint-Denis en 2011.

Tras la restauración de la monarquía, Luis XVIII ordenó recuperar de las fosas los cuerpos de sus antecesores, pero ante la imposibilidad de su identificación, estos fueron depositados en un osario. Se trajeron a Saint-Denis asimismo los cuerpos de Luis XVI y la reina María Antonieta, que tras ser guillotinados habían sido enterrados en la iglesia parisina de la Magdalena. En total 42 reyes, 32 reinas y 63 príncipes y princesas reposan en Saint-Denis, un lugar que continúa siendo un símbolo para los nostálgicos de la monarquía en Francia.

 

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