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INVESTIGACIÓN

Viaje a Molenbeek, refugio yihadista en el corazón de Europa

Viajamos al barrio de Bruselas donde se han refugiado varios yihadistas en los últimos años y que vuelve a estar bajo el foco tras los atentados del 13 de noviembre de París. El gobierno admite tener un problema con el barrio mientras que sus vecinos intentan combatir la estigmatización. La desesperanza de las segundas y terceras generaciones de inmigrantes ha sido el caldo de cultivo perfecto para la captación yihadista en esta zona deprimida de la capital europea.

Vista general de la plaza central de Molenbeek
Vista general de la plaza central de Molenbeek REUTERS/Yves Herman
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"Lo que estamos viendo en Molenbeek es inaceptable". La frase es del ministro del Interior belga, Jan Jambon. También el Primer ministro del país, el liberal Charles Michel, aseguró en televisión que Bélgica tiene "un problema" con este barrio bruselense tan sólo 24 horas después de los atentados del 13 de noviembre en París y cuando de nuevo en un caso de terrorismo internacional aparecía la llamada “conexión belga”. No es la primera vez. Abdelhamiid Abaaoud, el 'cerebro' de los ataques, que murió en la operación policial en Saint Denis el pasado miércoles, venía de Molenbeek. En los últimos días se han múltiplicado las redadas y registros en el barrio con el objetivo de dar con los cómplices de los terroristas e incluso con alguno de los fugados.

Entrada de Molenbeek
Entrada de Molenbeek AFP PHOTO/Emmanuel Dunand

Estos días, los periodistas y las cámaras de televisión han hecho de este lugar un inmenso plató. Algunos vecinos no quieren hablar con la prensa, otros, en contraste, se acercan incluso voluntarios buscando micrófonos. Murat, comerciante turco que vive en Molenbeek desde hace 15 años  toma café en una terraza aledaña a los locales del ayuntamiento junto a dos vecinos y nos cuenta: "Somos el centro del mundo desde el viernes. Para nosotros todo es muy triste. Condenamos con firmeza lo que ha pasado en Francia". Murat verbaliza la estigmatización a la que se ve asumido este barrio por su historial. De Molenbeek salieron los cerebros de los atentados de Madrid en 2004, el terrorista del tren Thalys entre Amsterdam y París del pasado verano o el del Museo judío en Bruselas... Varios casos con el mismo denominador común.

Al contrario de lo que muchos puedan pensar, al barrio se puede llegar tras caminar apenas 15 minutos hacia el oeste desde el mismo corazón de Bruselas y su famosa "Grande Place".  Molenbeek queda al otro lado del canal, al oeste de la ciudad, cuenta con casi 100.000 personas, 6 kilómetros cuadrados de extensión, un alto porcentaje de migrantes de mayoría magrebí y sobre todo, un alto índice de desempleo que especialmente castiga a los jóvenes.

Bilail Benyaich, experto en terrorismo y radicalismos en Bélgica nos explica: "Hay una barrera tanto física como mental entre Molenbeek y el resto de Bruselas, pero no sólo Molenbeek. También entre otros barrios separados por el canal de Bruselas y el resto de la ciudad. Hablamos pues de un "cinturón pobre" de la ciudad donde hay muchas comunidades migrantes. Hay muchos musulmanes en escuelas casi monoculturales de su religión, no hay mezcla en estas zonas (...) Es una especie de apartheid en el que los ricos viven claramente en el este y sudeste de la región bruselense y los pobres al oeste, esto es claramente visible. Los chicos van a escuelas distintas, hacen actividades distintas y no se encuentran con chicos de otras comunas de Bruselas. Esto ha creado una distancia mental y unos prejuicios que han "deshumanizado" al otro; en los dos sentidos: tanto del blanco al migrante como del musulmán o el migrante hacia el blanco"

Operación de las fuerzas belgas el pasado día 16 en Molenbeek
Operación de las fuerzas belgas el pasado día 16 en Molenbeek DIRK WAEM/BELGA/AFP

La alcaldesa del barrio, Françoise Schepmans, argumenta que los terroristas no son de aquí aunque el barrio les sirva como refugio para pasar inadvertidos. Pese a ello, otras voces nos explican que faltan muchos controles. Hay dos decenas de mezquitas registradas y muchos otros centros de culto y asociaciones religiosas que no lo están.

Bélgica es el país con más combatientes yihadistas per cápita de la Unión Europea. Según el Minsiterio del Interior belga, una parte significativa de los cientos de combatientes que han ido a Siria o Irak tenían lazos con este barrio. Tan sólo el año pasado, la Fiscalía abrió varias decenas de expedientes por terrorismo aquí.

Benyaich nos explica un proceso de radicalización que se ha repetido en varias ocasiones y que por lo general afecta a los más jóvenes: "Algunos con 17 o 18 años pasan por prisión y allí entran en contacto con predicadores radicales cuyo mensaje es claro: 'Ahora tú no eres nadie. El sistema está contra tí y te anula. Ven aquí con nosotros, te daremos una fuerte identidad eterna y serás alguien que se haga respetar'. Ese es el mensaje, porque los salafistas actúan como una secta...Y los más vulnerables de la sociedad acaban sintiéndose atraídos porque les dan una perspectiva de vida, un proyecto. Y para luchar contra esto no queda otra que políticas sociales específicas".

Muchos vecinos critican cómo las adminsitraciones han dejado olvidado al barrio, con tasas de desempleo entre los jóvenes que superan el 50% y  un núcleo urbano central hipermasificado.  La desesperanza de las segundas y terceras generaciones de inmigrantes ha sido el caldo de cultivo perfecto para la captación yihadista.

Los nacionalistas flamencos piden más mano dura en el barrio. Varias asociaciones piden más inversión y desarrollo educativo. Otros critican que no haya un censo claro de mezquitas y varios socios de la Unión Europea critican el control de los servicios de inteligencia belgas a individuos que vuelven radicalizados de Siria. Fue en Moleenbeek donde Fouad Belkacem, el líder de Sharia4Belgium, condenado a 12 años de cárcel, entró en contacto con decenas de jóvenes a los que captó para hacer la guerra santa en Siria.

Pero el caso de Molenbeek no es único en Bélgica, otras localidades del país como Verviers, Amberes o Vilvoorde también han sufrido este problema. En el caso de Vilvoorde, a 10 minutos en tren al norte de Bruselas, las autoridades decidieron abrir una célula de desradicalización. En ella trabaja Jessica Soors, experta en esta complicada tarea, que nos ha explicado la estrategia de la ciudad: "Hace falta entrenar a los profesores para que detecten casos de posible radicalización y que sepan como actuar y también hace falta promover actividades de contacto para que los jóvenes opinen y se sientan integrados en el proyecto de una ciudad... Es muy importante crear una red de contacto en la ciudad en la que hablen profesores, alumnos, padres, representantes de la mezquita y también la policía...creandoe ste tipo de redes sólidas evitas que haya "agujeros sociales" por donde se cuelen las garras del yihadismo".

Sin embargo, este modelo basado en una gran red social entre los actores de la ciudad, es considerado demasiado blando por una parte de la opinión pública belga. La solución es sin duda compleja si tomamos en cuenta la encrucijada de factores que presenta el fenómeno, desde la geopolítica a la economía pasando por la psicología, las inversiones de las sucesivas administraciones o la identificación personal, pero en el diagnóstico todos están de acuerdo en algo: Bélgica tiene un problema.

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