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Es la noticia económica del mes, tal vez de esta parte del año: hace apenas unos días, China devaluó su moneda un 4,4% respecto del dólar, la mayor devaluación desde 1994. El Banco Central de la segunda economía mundial la justificó argumentando que busca que la cotización de la moneda sea “coherente con las condiciones del mercado”.

REUTERS/Petar Kujundzic/Files
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Sin embargo, la decisión de las autoridades chinas podría también hablar del estado de la economía del país asiático, que creció un 7,4% el año pasado, su peor resultado en los últimos 25 años.

“Es un recurso que utiliza China para darle énfasis al sector exportador”
, apunta Pablo Echavarría, del Centro de Estudios Asia Pacífico de la Universidad EAFIT, en Colombia. “En el primer semestre de este año, las exportaciones se les cayeron mucho, entonces creo que lo que hicieron fue devaluar la moneda y con eso fortalecer un poco el sector externo”, agrega.

La desaceleración de la segunda economía mundial presenta síntomas como el estallido de la burbuja bursátil. La bolsa china había crecido un 150% en los últimos meses, pero en junio se desplomó un 30%. Los ahorros de millones de chinos hicieron disparar el tamaño de la burbuja, que se redujo con el déficit de liquidez.

El otro ámbito en el que se notan las grietas de la economía china es el estado de burbuja inmobiliaria, considerada según ciertos expertos como la más grande de la historia. Las cifras son elocuentes, como, por ejemplo, un aumento del 190% del stock de casas vacías desde 2011, y una baja interanual de 5,7% en la caída de los precios.

“Es el producto de esa inversión desaforada que hicieron cuando se precipitó la crisis hace unos años”, señala Pablo Echavarría. “El gobierno chino incentivó la economía mediante la inyección de 600 mil millones de dólares para que el crecimiento no se afectara, y el compromiso era que ponían ese dinero para infraestructura. Lo que pasa es que con esa medida, si bien es cierto que se hicieron muchas obras provechosas, se construyeron muchas innecesarias, y eso es lo que se ve ahora”, concluye el experto.

Las exportaciones constituyen una parte esencial de la economía china, con más del 20% del Producto Interno Bruto del país. Y es que aunque no sea admitido de manera oficial, la devaluación no solamente busca que las exportaciones chinas no pierdan fuelle, sino que sigan jalonando la economía y así poder mantener un crecimiento en torno al 6% o al 7%, el margen o la línea roja trazada por las autoridades chinas para poder, por ejemplo, seguir creando empleo y evitar cualquier crisis social o económica.

“China necesita ser más competitiva en este periodo de ajuste para no sufrir un fuerte impacto en sus exportaciones, que son muy importantes para el crecimiento del PIB”
, estima Ignacio Bartesaghi, coordinador del Observatorio América Latina-Asia Pacífico, en Uruguay. “Todavía no hemos llegado a esa transformación de crecimiento a partir del consumo interno, eso es un proceso que lleva años, que ha cambiado en el último tiempo pero que todavía no se ha consolidado”, indica el experto.

El país asiático es el segundo destino de las importaciones de América Latina, pero el tercer destino de sus exportaciones. El 75% de esos productos son primarios, y muchos de esos son recursos como el petróleo, el carbón, o el gas natural, aunque también hay alimentos como la soja o los granos. El crecimiento económico de la región fue de algún modo impulsado por el crecimiento chino, por lo que esta devaluación afecta principalmente a países como Brasil, Chile, Perú y Argentina, entre otros.

“La región ha vivido una reprimarización muy fuerte de sus estructuras productivas, quiere decir que cada vez exportamos menos productos, y de esos productos, un porcentaje cada vez mayor está en China”, argumenta Ignacio Bartesaghi. “Una caída del PIB de China, que afecta el precio de las materias primas, termina generando efectos en la caída del PIB en América Latina, está demostrado, hay estudios del Banco Interamericano de Desarrollo que lo dejan muy claro”.

En ese sentido, las economías de la región, y sobre todo de América del Sur, tendrán el reto a mediano y a largo plazo de diversificar sus exportaciones, aumentar la producción de bienes con valor agregado y ampliar su rango de clientes. En el corto plazo, la depreciación de ciertas monedas como el real brasileño actúa como paraguas y compensación ante la nueva realidad económica china.

“El desafío para América Latina está en llevar reformas estructurales, abrirse más al mundo, buscar nuevos mercados y también avanzar en las cadenas globales de valor y en exportar productos con mayor proceso para beneficiarse de la China de los próximos años, que va a comprar alimentos procesados, no va a comprar soja, o menos que actualmente, pero comprará más alimentos procesados”, completa Bartesaghi.

Entrevistados: Pablo Echavarría, director del Centro de Estudios Asia Pacífico de la Universidad EAFIT, en Colombia, e Ignacio Bartesaghi, coordinador del Observatorio América Latina-Asia Pacífico, en Uruguay.
 

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