La editorial francesa L'Harmattan acaba de publicar Frontières et mémoires, Fronteras y Memorias, libro en el que el fotógrafo argentino Alejandro Erbetta indaga a través de la imagen en el pasado de su familia, emigrantes italianos llegados a Buenos Aires a finales del siglo XIX.Alejandro Erbetta, a su vez emigrante argentino en Francia, intenta comprender la historia de su familia, en busca de su identidad, en un mundo en el que cada vez importan menos identidad e historia. Puede ser que el conocimiento de sí mismo -como escribe Carl Jung, citado por Erbetta- se convierta en el eje de nuestro futuro.
Alejandro Erbetta nace en 1973 en Buenos Aires, donde estudia fotografía en la Escuela de Fotografía Creativa. Va a continuar sus estudios en Francia en la Escuela Nacional Superior de Fotografía de Arles.
¿Que es lo que te atraía del arte de la cámara oscura?
Mi encuentro con la fotografía fue algo fortuito. Cuando tenía 19 años, un amigo me regaló una cámara fotográfica. En ese momento estaba muy interesado por los viajes, había conocido el norte de Argentina, Bolivia y Perú, países que me fascinaron. La cámara me acompañó en esos viajes y empecé a darme cuenta de que era un medio de expresión muy interesante.
¿Tan interesante que te obligó a abandonar tus estudios de Derecho?
Exactamente. Estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires, estaba en el tercer o cuarto año cuando la fotografía empezó a ocupar un papel muy importante junto a la actividad artística. Escribía al mismo tiempo, el arte fue ganando espacio y se convirtió en algo esencial, así que decidí tomarlo de manera profesional y empecé a realizar estudios de fotografía.
En 2007 vas a continuar tus estudios en el sur de Francia, en Arles, en la Escuela Nacional Superior de Fotografía. Me contabas que había un convenio con la escuela argentina en la que tú estudiabas.
Sí, exactamente. En la Escuela de Fotografía Creativa de Buenos Aires existía la posibilidad de intercambios con la escuela de Arles. Para nosotros no era demasiado conocida, pero Francia representaba la cultura, el arte: era un gran sueño. Y al acabar mis estudios propuse un proyecto que fue enviado a Arles y finalmente me aceptaron. Pasé en principio tres meses que afortunadamente se convirtieron en un año. Así comenzó mi aventura en Francia que sigue hasta hoy en día.
¿Qué recuerdos conservas de ese año en Arles?
Fue maravilloso porque significó un encuentro con la cultura fotográfica. Fue el descubrimiento de grandes nombres de la historia de la fotografía. La Escuela Nacional Superior de Fotografía, cuenta con una biblioteca increíble, quizás una de las más grandes del mundo en la especialidad. Pasaba mis horas entre las clases con grandes profesores teóricos y el resto en la biblioteca hasta las once de la noche.
¿Te quedaba tiempo para practicar la fotografía?
En ese momento estaba completamente centrado en los libros, así que tenía muchas ideas en la cabeza pero pocos proyectos concretos. Pero creo que las cosas se van procesando por dentro. Allí empecé a trabajar en un proyecto sobre París, sobre el barrio de La Défense, que se llamó Fiction réelle, sobre la relación entre ficción y realidad, a partir de un poema de Roberto Juarroz y de Julio Cortázar. Pero ese momento lo dediqué más a asimilar una experiencia extraordinaria.
Más tarde vas a realizar un Master en la Universidad París 8, sobre Fotografía y Arte Contemporáneo. ¿Era una manera elevar a artístico un trabajo fotográfico que no siempre es reconocido como tal?
Sí, exactamente. La escuela de Arles es netamente una escuela con una dirección artística. Para mí fue importante porque empecé a darme cuenta de la articulación que podía existir entre llevar a cabo una práctica fotográfica y al mismo tiempo reflexionar teóricamente. Vi que esto nutría mi trabajo y decidí continuar mis estudios teóricos en la Universidad, que es muy diferente de una escuela.
(Pueden escuchar la entrevista completa haciendo clic en "escuchar")
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