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El Invitado de RFI

Gabriel Urgell Reyes, pianista de excepción

Primera modificación:

El pianista cubano Gabriel Urgell Reyes acaba de sacar al mercado “Meeting Ginastera", primer volumen de una serie de tres discos editados por el sello francés Artalinna en torno a uno de los compositores que han marcado la música del siglo XX: el argentino Alberto Ginastera. 

Gabriel Urgell Reyes en los estudios de RFI
Gabriel Urgell Reyes en los estudios de RFI Foto: Jordi Batallé/RFI
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Gabriel Urgell Reyes nace en 1976 en La Habana donde va a realizar sus estudios musicales, para más tarde efectuar estudios de perfeccionamiento en el Conservatorio de París en la clase de Hervé Billaut.

Hay grandes lazos entre la pasión eslava y la pasión latina, sobre todo la energía en la expresión

¿Fue tu familia quien te empujó para que realizaras estudios de piano?

¡No!, para nada. Al contrario me decían: “¿Estás seguro que quieres tocar el piano? No vas a podar jugar con tus amiguitos porque se necesita mucho tiempo para trabajar”, desde el principio sobre todo. El tipo de formación que teníamos, tenía una orientación “profesionalizarte” desde el principio. Había simplemente una tradición musical en mi familia, mi abuelo era tenor, mis padres son músicos también. Pero no fueron ellos quienes me dijeron: “ahora te pones al piano”, sino que fui yo mismo. Veía los ensayos, las horas de estudio, etc., y me gustaba hacerlo. Quise estudiar piano y pedí entrar en la escuela. Ahí llegó la advertencia. Después eso me costó caro porque por supuesto quería jugar con mis amiguitos pero no podía. De todos modos tuve una infancia feliz dentro de la música y de este ambiente cultural.

¿Es importante la influencia de la escuela rusa en los estudios de piano en La Habana?

Muy importante por supuesto. Mi primera profesora era rusa y después Vilma Garriga y Teresita Junco, quienes me formaron completamente, habían estudiado también en Rusia. No sin haber tenido antes la influencia de una escuela americana y un poco francesa, que estaba instalada en Cuba antes de la Revolución. Sin olvidar un carácter nacional, porque la música cubana tiene su identidad, pero la influencia de la escuela rusa a partir de los años sesenta fue determinante.

Más allá de la sólida técnica pianística rusa, la pasión eslava puede hacer buenas migas con la latina...

Sí, digamos que hay grandes lazos entre la pasión eslava y la pasión latina. Tienen muchas cosas en común, sobre todo la energía en la expresión. Todo esto se combinaba muy bien. Fue uno de los catalizadores del buen funcionamiento entre las dos escuelas.

Vas a acabar tocando en un concierto el segundo concierto de Rachmaninov en La Habana. Unos franceses te escuchan y te proponen venir a perfeccionar tu técnica a París. ¿Qué pensaste cuando surgió la oportunidad de venir a París?

Fue como se dice en Francia “une histoire de rencontres”, una historia de encuentros. Fue importante porque ya había terminado mis estudios, había ganado algunos concursos internacionales, importantes para el desarrollo de una carrera. Estaba buscando hacer un “master” en Europa. Había dos o tres escuelas en Alemania que me habían invitado, gracias a profesores que me habían visto en los concursos de piano, pero la oportunidad no se había dado concretamente. Y estos amigos franceses -la familia Santini- me ofrecieron generosamente su casa en Francia para que pudiera venir y hacer las pruebas para entrar en el Conservatorio de París. Lo pude hacer y por suerte gané y pude entrar.

En 2004 entras en la clase de Hervé Billaut del Conservatorio nacional de París, profesor que conocía bien la América Latina...

Sí, Hervé Billaut había viajado y trabajado en Ecuador años atrás. Y a partir de esta experiencia, hablaba español, me dio las primeras clases. Me adoptó fácilmente en su clase y la historia empezó así. Fue excelente. Es una persona muy abierta con una trayectoria pianística no solo en Francia, también internacional. Muy interesante. Premio Marguerite Long en 1986. Alguien que culminó mi formación de manera excelente.

¿Qué te aportó exactamente?

Digamos que la libertad completa ante el instrumento. Sentirme completamente fusionado con la técnica del instrumento. Cómo manejarlo sin que sea algo que se opone a uno, sino como un instrumento que forme parte de uno mismo. También la cuestión de la concepción sonora. Incluso de mi música. Como es alguien extremadamente abierto, había tenido la curiosidad de escuchar e investigar la música sudamericana y tenía una visión exterior de lo que podemos hacer con nuestra propia música. Esa visión exterior fue muy importante en el desarrollo de mi manera de tocar.

Volviendo al disco que acabas de publicar con el sello Artalinna, ¿qué importancia ha tenido y tiene el compositor Alberto Ginastera en la música del siglo XX?

Digamos que es el eje de la universalización de una expresión sudamericana. Pienso que la concepción popular y clásica fusionada en su música es importantísima para la comprensión de los procesos musicales sudamericanos y para la valorización de la música sudamericana e hispanoamericana en general, respecto a la música clásica europea.

 

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