El anuncio simultáneo, por boca de Barack Obama y de Raúl Castro, de un acercamiento entre Washington y la Habana inagura una nueva era en las relaciones de ambos países. Incluído el probable fin del embargo, lo que abre nuevas perspectivas y desfíos para la economía cubana.
Sujeta a un embargo de medio siglo, la economía cubana padece de diversos males que no serán remediados de la noche a la mañana. A los problemas del bloqueo estadounidense se agregan serios obstáculos estructurales en una economía basada en la exportación servicios, con una basa productiva reducida y niveles muy bajos de crecimiento y de inversión.
La reciente ley de inversiones extranjeras, entrada en vigor el mes de junio pasado, la ampliación del puerto de Mariel a unos 50 kilómetros de la Habana, son algunas de las cartas con las que las autoridades cubanas buscan revitalizar la economía. El país gasta unos 2.000 millones de dólares anuales para importar un 80% de los alimentos que consumen los 11 millones de cubanos.
El acercamiento con los Estados Unidos aportará en lo inmediato, mejoras de ingresos en el sector turístico por la facilitación de los viajes y la subida del límite de las remesas que pasa de 500 a 2.000 dólares trimestrales. Pero subsisten problemas estructurales e incluso resistencias al cambio.
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