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Colombia

Desmovilizados, el tortuoso y esperanzador camino a la reintegración

Entre 4 y 5 guerrilleros llegan diariamente a los cuatro ‘Hogares de paz’ que acogen a los desmovilizados de los grupos armados en Colombia. Véronique Gaymard estuvo en uno de ellos y comprobó las dificultades y los peligros de quienes dejan las armas, pero también sus ilusiones.

Un miembro de las FARC, durante un enfrentamiento con el Ejército colombiano en las montañas de Jambalo, departamento de Cauca, el 12 de julio de 2012.
Un miembro de las FARC, durante un enfrentamiento con el Ejército colombiano en las montañas de Jambalo, departamento de Cauca, el 12 de julio de 2012. Reuters
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María se enroló en la guerrilla de las FARC a los 16 años por soledad, maltrato y falta de amor. Desde muy pequeña su madre dejó que se desenvolviera por sí misma. “Mi mami no me quiere. Ella tiene siete varones y una sola mujercita: yo, la tercera. Ella no pudo aceptarme como hija mujer. Desde los once años yo ya vivía solita. En un comienzo todo se veía bien en la guerrilla, pero después las cosas fueron cambiando y fue la vida de perro”.

A los 26 años, María tiene una hija de siete y otra, adoptada, de 15. Desde hace dos días se encuentra en el “Hogar de paz” del departamento del Valle del Cauca que tiene 70 puestos y acoge a las mujeres, y a las parejas, con o sin hijos. En Colombia hay cuatro de estos centros creados por el gobierno para acoger a los desmovilizados de los grupos armados.

María llegó al “Hogar de paz” después de haberse escapado de las FARC con su hermano y otras cinco personas. De los siete, sólo dos sobrevivieron a los disparos de la guerrilla. Su hermano, por desgracia, “murió en el intento”, dice. Ella quedó malherida y logró sobrevivir después de un largo coma.

Es la segunda vez que María trata de dejar el grupo armado. En 2004 se escapó por primera vez  y logró rehacer su vida en compañía de sus hijas. Pero los guerrilleros volvieron a capturarla en 2008. Para castigarla por haber desertado, la golpearon y sometieron a “ayunos de varios días”. También le metían la cara debajo del agua “hasta que me quedaba sin oxígeno, sin vida”.

Hoy está muy contenta en el hogar de paz. Su hija menor puede jugar con otras niñas y ella misma ha vuelto a sonreír. Para los desmovilizados como ella, sin embargo, es el comienzo de un largo y tortuoso camino.

Juan Carlos Roldán, coordinador del programa de reinserción en Cali, nos explica por qué: “El primer riesgo para los desmovilizados es que el grupo armado los ubique. Esto es peligroso porque ellos son considerados objetivo militar por haber desertado. También hay bandas de delincuencia común que están pendientes de contactarlos, de invitarlos o amenazarlos para que se unan a ellos en sus actividades delictivas. Son personas muy ‘apetecidas’  porque ya han sido entrenadas y tienen experiencia”.

Aproximadamente un 10% de las personas desmovilizados reinciden en un comportamiento delictivo, según los datos de la oficina de reintegración.  El 76% de los 56.000 desmovilizados desde el 2003 han permanecido en la legalidad, según las cifras oficiales.

El mayor obstáculo es el rechazo de la sociedad. Regis, un guerrillero desmovilizado en el 2005 que ahora trabaja para la agencia de integración, nos dice: “El proceso de reintegración no es fácil porque hay dificultades en cuanto a la estigmatización y la desconfianza. La gente sigue pensando que el desmovilizado es malo, que sigue siendo violento. Por ejemplo, hay gente que tiene en sus empresas gente que está en este proceso y cuando sus jefes descubren que son desmovilizados los despiden. Por eso es necesario el apoyo de la sociedad para que la gente no piense en volver a delinquir”

La paz se construye en Colombia, no sólo en Cuba

Ese apoyo, a pesar de las dificultades, ha sido logrado, si se tienen en cuenta las cifras que cita Alejandro Eder, director de la Agencia de Reintegración en Cali, cuyo abuelo es considerado como el primer rehén asesinado por las Farc en 1965.

“Casi ocho de cada 10 personas que han dejado las armas, hoy están en la legalidad. Eso es una tasa de éxito muy importante, sobre todo si se tiene en cuenta que Colombia es un país donde todavía hay una situación de guerra generalizada. Nosotros podemos dar fe de 24.000 excombatientes que hoy están empleados en trabajos legales en el sector formal o informal”, dice Eder.

Por eso para él la paz no se está logrando solamente en las negociaciones del gobierno y la guerrilla en La Habana.

“Creo en la construcción de la paz en Colombia. No creo que la paz dependa de La Habana. Ese proceso es una herramienta que nos va permitir facilitar algo que es inevitable, es decir, el desmantelamiento de las guerrillas colombianas”.

Ahora bien, ¿qué pasaría si en el marco de los acuerdos de paz, 10.000 guerrilleros de las FARC y ELN se desmovilizaran al mismo tiempo? ¿Qué pasaría si tiene lugar una desmovilización masiva? ¿Tendría el sistema de reintegración actual  la capacidad de acogerlos?  Juan Carlos Roldán se muestra optimista ante esta posibilidad.

“Sí, tenemos la capacidad de atenderlos”, dice. “Pero con tan solo 4 hogares de paz, que están siempre llenos, y programas de reintegración específicos de seis años y medio, las autoridades tendrán que contar con nuevas estructuras y la ayuda de otras entidades del Estado así como organismos y financiación internacionales”.

 

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