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Argentina

Reelección de Cristina Kirchner: triunfo histórico y grandes desafíos

A la presidenta saliente Cristina Fernández de Kirchner, reelecta triunfalmente en las elecciones de este domingo 23 de octubre de 2011, la espera una nutrida agenda económica. Y una gran asignatura pendiente en materia social. El análisis de nuestro corresponsal en Buenos Aires.  

Cristina Fernández de Kirchner.
Cristina Fernández de Kirchner. REUTERS/Enrique Marcarian
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El triunfo de Cristina Fernández de Kirchner este domingo es histórico. La jefa de Estado fue reelecta con casi el 54% de los votos, el tercer mayor porcentaje jamás alcanzado en las presidenciales argentinas, sólo superado por Juan Perón en 1951 (62%) y en 1973 (60%).

Además, la diferencia con el segundo candidato más votado, 37 puntos, es el más importante que se haya registrado en este tipo de comicios. Con tan abrumador respaldo popular, el presidente tiene las manos libres. Para profundizar las políticas implementadas hasta ahora, pero también para realizar cambios. En el campo económico, algunos son imperiosos.

La inflación es el primer desafío. El alza de los precios ronda el 25% anual. Es negado por el Gobierno, que presenta cifras oficiales menores y poco creíbles, porque favorece el llamado "boom" del consumo. Pero perjudica especialmente a los más pobres y amenaza la competitividad de las exportaciones.

Sin elecciones a la vista, la presidenta podría decidir atacar ese problema, aunque ello implique una desaceleración del ritmo de crecimiento del PBI (9% anual), uno de los principales factores que incitaron a los argentinos a votar masivamente por la continuidad. Con el fin de evitar un aterrizaje brutal de la economía, tendrá que hacerlo progresivamente.

Para alcanzar este objetivo, será necesario frenar el aumento del gasto público (35% anual), que es, con el bajo nivel de inversión, una de las grandes causas de la inflación. Es un desafío en sí, ya que el Gobierno tendrá que comenzar a desmantelar el gigantesco sistema de subsidios que permite controlar los precios de la energía y mantiene congeladas las tarifas de los servicios públicos de Buenos Aires.

¿Devaluación del peso? 

Se trata de un sistema antieconómico y antisocial, ya que subsidia el consumo de la clase media y alta de la capital en detrimento de la población más pobre de las provincias del interior del país. Podría ser remplazado por un sistema de subsidios dirigidos especialmente a los más desfavorecidos. Pero habrá que hacerlo también progresivamente, para que la liberación de las tarifas no se traduzca a su vez en inflación.

El tipo de cambio es el tercer desafío. Debido a la inflación y a la depreciación del real brasileño, muchos empresarios reclaman una devaluación del peso. Es poco probable que Cristina Fernández de Kirchner decida seguir ese camino. Podría orientarse hacia un doble mercado cambiario, con un peso "financiero" en el país y un peso "comercial" devaluado para los exportadores, al menos hasta que la desaceleración de la inflación y del aumento del gasto público produzca sus efectos.

La salida de capitales (2.000 millones de dólares por mes) tendría que ir disminuyendo como consecuencia de la estabilidad que implica el resultado de las presidenciales. Pero la confianza de los inversionsistas necesitaría también que Argentina cancele su deuda con el Club de París (8.000 millones de dólares). Por último, la crisis internacional, que aún no llegó a la Argentina pero que afecta ya a Brasil, exigirá una buena coordinación entre Buenos Aires y Brasilia.

Esta es la agenda económica, casi obligada como hemos dicho. Queda una gran asignatura pendiente en el área social. La pobreza, evaluada oficialmente en 7%, y que concierne en realidad a 20% de la población, no disminuye desde el 2007, pese a que el gobierno, conforme a la ideología peronista, se presenta como el defensor de los desfavorecidos.

El déficit habitacional (cerca de tres millones de viviendas) es especialmente grave. Atacar seriamente estos problemas significaría abandonar el tradicional clientelismo de los peronistas y desarrollar políticas sociales mucho más activas. Si así lo hiciera la Presidenta, su reelección no sería sólo histórica por una cuestión de números.

 

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